sábado, 15 de octubre de 2011

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Te lo digo a ti, que ahora lees estas líneas, por el motivo que sea. Y te lo digo a tu yo de ahora, no el que serás cuando las vuelvas a leer, si es que alguna vez lo haces. Sólo necesito que te acerques a mí y me susurres que toda esa mierda que ocurrirá, porque sabemos que ocurrirá cuando abra esta puerta, que cuando haya pasado todo, me cogerás la mano y me dirás que estuve bien, aunque no lo haya estado. Sólo me lo dirás y te irás. Miro alrededor y no sé en qué creo. Sé en quién no. Pero no sé en qué. Y divago, como ahora. No puedo evitar huir, de verdad, ya lo he intentado otras veces. Quedarme hasta el postre por lo menos, pero cuando me doy cuenta estoy evitando regalar palabras y alejándome. Creo que mis pies y mi voz se han acostumbrado a ello, puedo ir alejándome poco a poco y que mi voz siga sonando cercana, al menos tan cercana como ya lo era. Y de golpe, ya no estoy, ni yo, ni mis pies, y mucho menos mi voz.

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